rubíes y pistachos
Qué ganas de que llegue el otoño. Y comprarme un abrigo verde pistacho. También unos zapatos, de esos mágicos, como los de Dorothy, para dar tres golpes con los talones y volver a casa cuando se me lleve un ciclón. Olvidarme de lo que no importa y del Mundo de Oz.
Me alegro de haber llorado hoy. Era necesario. Todos tenemos días malos, pero de mis días malos, este ha sido el mejor.
Si supiera pintar, sería el momento de empezar un óleo. Unas montañas y mi casa al final de un sendero tortuoso, al amanecer. Y yo al principio del camino. Lejos, muy lejos, pero en el camino. Con un abrigo verde pistacho y unos zapatos rojos, de rubí.
1 comentario:
¿Sabes? Supongo que esto es lo que, pese a todas las reticencias del mundo, hace tener sentido a la idea de pretender una amistad con, en este caso, contigo...
El hecho de leer una entrada como esta y preguntarme qué es lo que ha hecho que hoy derramaras lágrimas; preguntarme cómo, pese a esas lágrimas, consideras éste como el mejor de tus días malos; sentir, aunque no sea realidad, que podría contemplar a tu lado esas montañas y caminar, un rato, por el mismo camino. Y tú, con tu abrigo verde pistacho y tus zapatos de rubí...
Con cariño,
Bartok.
Publicar un comentario