miércoles, marzo 12, 2008

estaba escrito

Me entraron ganas de salir corriendo, así, tal cual, con un zapato de cada color. Y decirle a todo el mundo que sí, que estaba loca, ¿y qué? Que ya no quiero que pase más tiempo, ni tener conversaciones que se me escapen de las manos y fingir que no pasa nada. Porque se me da muy mal. Sonrío y clavo las uñas en el volante, mientras los semáforos se ponen en mi contra y no dejo de escuchar cosas que no me apetece escuchar. Aún no es nuestro turno. No el mío, al menos. De noche se ve más clara la verdad. La verdad que duerme en mi cama, en la cama de todas las chicas que duermen solas por propia voluntad. Que ya nos da todo igual, que no estamos para tonterías, pero a veces te sientes tan fuera del mundo… Cuando aquella noche llegué a casa, pensé que no es justo, que las niñas que corren descalzas no deberían convertirse nunca en esposas, ni en madres, ni en mujeres de provecho. Sólo tendrían que ser siempre así, siempre ellas, despeinadas, con sus hoyuelos y sus canciones, y sus libros y sus cosas. Me aterran los cambios. Siempre pienso que podré volver atrás, hasta el día en que me despierte y ya sea tarde. Sé que llegará pero no sé que haré entonces. Quizás tenga que dejar de escribir y de llevar calcetines de colores. Todo será artificial, antinatural y lo demás da igual, porque todo es mentira.


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