martes, febrero 27, 2007

monstruos, escalofríos y pesadillas

Apuntito de arrancar a Febrero de mi calendario y ya tengo clara una cosa: este año va a ser de los peores.

O eso, o mucho tienen que cambiar las cosas. Mi forma de ver las cosas, más bien.

No tengo ganas de hablar de ello. No tengo ganas de hablar de nada. Todo el mundo me pregunta cómo estoy y me tiembla la voz al contestar que estoy un poco triste. Y no sé qué más decir. No hay motivo o todo son motivos, según se mire.

No paro. No puedo. Lloro por las mañanas y río demasiado cuando estoy con los demás. O corro o estoy quieta, ya no sé caminar. Estoy viviendo en los límites de mi misma y me siento agotada.

A veces pienso que me porto tan mal con todo el mundo… que merezco tantos reproches... Entre la culpa, la pena, la vergüenza y la apatía, me entran ganas de cavar un hoyo y enterrarme viva. Cerrar los ojos un rato. Dejar de respirar un rato. Dejar de pensar.

Quiero despertarme ya. Quiero despertarme ya. Quiero despertarme ya. Quiero despertarme ya. Quiero despertarme ya. Quiero despertarme ya. Quiero despertarme ya.

Cuando despierte… ¿sabrás perdonarme?


martes, febrero 06, 2007

creciendo

Crecí la última vez que mi madre me dio un bofetón por jugar con la comida que tenía en el plato.

Y aquella tarde en que ya no fui capaz de hacer realidad una historia de juguetes.

Y la primera vez que al quedarme dormida en el sofá después de cenar, mi padre, en lugar de llevarme a la cama en brazos, me despertó para que fuera por mi propio pie.

Crecí aquellas navidades en que mis regalos no los trajeron los Reyes Magos.

Y la noche en que escuché ciertos ruidos en la habitación de mis padres y supe qué estaban haciendo.

Cuando aquella bola de cristal en la que se podía ver el futuro, se convirtió en un pisapapeles de un día para otro.

También la primera vez que, viendo a mi padre con un par de copas de más, fui consciente de que estaba borracho.

Y hoy he vuelto a crecer un poco. Esta mañana. Porque me he encontrado cinco defectos antes del desayuno. Por la certeza de que nunca tendré los ojos verdes y ya no voy a crecer ni un centímetro más. Porque es mentira que todas las guapas son tontas, y de una patada salen cien chicas más guapas que yo y, encima, más inteligentes. Por el cuento de la lechera. Porque nunca he ganado ningún premio y no se me da bien hacer nada en especial. Porque, aunque soy importante para algunos, no soy la primera para nadie.


A mis veintidós años, diez meses y cinco días, he vivido mi primera crisis de mediocridad.

Por desgracia, sigo creciendo.


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