miércoles, agosto 15, 2007

una que se va II

Estoy soberanamente aburrida. Y mira que tenía ganas de volver, eh. Estaba añorada. Pero una vez aquí… Llevo sola en casa desde que llegué. Si es que somos una familia de desperdigados. Todos los veranos la misma historia. Además, casi todos mis amigos están aún de vacaciones. ¡¡Y mi bar está cerrado por las tardes hasta septiembre!! ¿Ahora adónde voy a tomar el cortadito después de comer? Mi barrio está muerto. Da miedo. Parece uno de esos pueblos fantasmas de las pelis del oeste, con la solana cayendo a plomo y ni un alma por la calle. Sólo faltan las plantas rodantes y que las palomas graznen como los cuervos. Qué miedo. En fin. He decidido que me vuelvo a ir a un sitio… mmm… iba a decir más tranquilo, pero eso resultaría imposible. Me voy unos días a un pueblecito del interior, a visitar a la familia. A ver si el aire de montaña me inspira un poco y me pongo a estudiar para los exámenes de septiembre. Qué pereza. Sólo me apetece tumbarme en la playa, combinado en mano. Pero sin alcohol, que me he declarado abstemia hasta otoño. Volví de Brasil con la sensación de que si tomaba una copa más, mi hígado iba a hacer pum y desintegrarse. Ya me vale. Se me ha ocurrido dejar a la vez el alcohol, el tabaco y el chocolate. Bueno, el chocolate a medias, porque el otro día, buscando no se qué por los armarios de la cocina, encontré una caja de After-Eight y… bueno… ahora ya no está. Cosas del aburrimiento. Así que antes de que me dé la locura y empiece a comprar compulsivamente cajas de bombones, me voy de esta casa. O eso o no podré salir nunca más porque no me cabrá el culo por la puerta. Y en cuanto vuelva, me meteré en el gimnasio y no saldré en una semana, que desde que tengo coche estoy muy mal acostumbrada. Estas vacaciones, un día, un amigo nos llevó a hacer sand-board durante la puesta de sol. Alucinante. Lo malo es que, para bajar, genial, pero para subir… ¿Habéis escalado alguna vez una duna de treinta metros de desnivel? ¿Repetidas veces? En realidad no cuesta tanto: lo que cuesta es moverse durante los tres días siguientes, porque no tienes agujetas, no, lo que tienes son alfileres clavados por todo el cuerpo. El día en que pude volver a andar sin que me cayeran lagrimillas de dolor, a dios puse por testigo que al regresar iba a ponerme un poco en forma. Y empezaría mañana mismo si no fuera porque me voy. Qué pena. De momento, estos días, me dedicaré a cuidar mi bronceado a la vera del río, que lo mío me ha costado conseguirlo. Volveré la semana que viene. Pasadlo bien. Au revoir.

viernes, agosto 10, 2007

de vuelta

Ya estoy de vuelta.

Deben ser como las seis y algo de la tarde. Se acaba de poner el sol. Hora de darse una ducha y salir de casa. A beber, a bailar, a andar descalza sobre las calles adoquinadas. Sorprende la rapidez con que se monta una fiesta. Aparece un berimbau en medio de la plaza, un atabaque y un pandeiro, y entre cantos, cerveza y equilibrios imposibles, pasan las horas sin darte cuenta. Lo sé, soy fácilmente impresionable, pero ver una roda de capoeira por las calles del centro de Bahía, es algo que no se olvida nunca. Y yo he tenido la suerte de poder ver muchas, muchísimas. Todo el mundo es del color del azúcar moreno, y todo el mundo baila y canta y sonríe cómo si no hubiera nada más en la vida (¿acaso debería haber algo más?).

Pero espera, que no son las seis, son las doce. Y desde esta ventana no se oye música, ni se ve gente pasear.

¿Tengo jet lag?

Se acabaron mis vacaciones.

Fuck.



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