5-ht
Siempre me toco la cara cuando estoy nerviosa. O los pendientes. Se ha dado cuenta en seguida y me ha preguntado porqué lo hacía. No paraba de fumar, pero me ha parecido una viejecita encantadora. Casi me la imaginaba más haciendo galletitas a sus nietos que sentada tras aquella mesa. Ha sido más fácil de lo que me esperaba, después de todo. Me ha preguntado muchas cosas y las ha ido apuntando en su libretita. Me gustaría haber podido leerlo. Me ha dicho que era un caso típico. Que con una pastillita al levantarme y otra antes de irme a dormir, en unas semanas todo iba a ser de color de rosa. Qué fácil, ¿verdad? Me ha recetado las pastillitas de la felicidad. No sabía que eso existiera. Ya no habrá más lágrimas, ni insomnios, ni apatías, ni berrinches. No sé por qué se me ha venido a la cabeza aquella escena de 9 Songs: "Las pastillas te sientan de puta pena por la mañana". Espero que a mí me caigan mejor que a Lisa.
Parece no haberle sorprendido a nadie, excepto a mí. ¿Todo el mundo lo sabía menos yo? He ido medio obligada y sólo me esperaba un "no pasa nada, bonita, malas épocas las tenemos todos". Y, según me ha dicho la viejecita encantadora, la cosa no funciona así. Habré vivido engañada toda mi vida.
Me toca mi dosis nocturna. No la he querido tomar antes de escribir por miedo a sumergirme de golpe en el estanque de la paz interior y no poder acabar siquiera de escribir. Ojalá sean alucinógenas y me pase el día viendo marcianos verdes.
Mañana me drogaré, alquilaré Prozac Nation y haré una tarta de higos y moras. Toda una experiencia, vamos.