lunes, mayo 28, 2007

magulladuras

Aquel día me desperté con morados en las rodillas. Fue la última vez que hicimos el amor. Aunque, en realidad, creo que sólo fue sexo.

A partir de entonces, empezaste a llamarme por mi nombre. Y cada vez menos… Hasta hoy.







sábado, mayo 26, 2007

empieza por e

Llegados a este punto, sólo queda rezar a los santos que recuerdes, taparte las orejas y esperar que todo salga bien. No soporto mi vida cuando escapa a mi control. Siempre he tenido la sensación de que dependo de demasiadas cosas y, claro, una se cansa de la serenidad aunque haya nacido mentirosa. Pero no se espera menos de ti. Demasiado complaciente para dejar de ser orgullosa. Lo malo es que un exceso de expectativas sobre tu espalda, acaba enterrándote en frustraciones. Yo hace tiempo que perdí el equilibrio y echo de menos la chica despreocupada que solía ser. No sé si fue la fe o las ganas. Algo importante debí dejar olvidado sin darme cuenta. ¡Me agota tanto esta responsabilidad! ¿Dónde estará mi calma? (Si me comiera las uñas, a estas alturas iría por los nudillos) A veces pienso que me gustaría pasarme el día poniendo relojes en hora. Mil cada día. Después, irme a casa tranquila y descansar. En buena hora se me ocurrió leer “El guardián entre el centeno”. Más vale que vaya tirando. Son diez segundos desde que estiras de la anilla, y dicen que más vale no tener la cara cerca cuando explota…


lunes, mayo 21, 2007

banana pancakes

Esta noche he soñado que me despertaba a tu lado. Cerca de un cielo azul en blanco y negro, y nubes de algodón sobre unos cables de tendido eléctrico. En mi sueño estaba desnuda y las sábanas eran blancas. Me incorporaba despacio entre los cojines y bebía un poco de agua. Al girarme, tú estabas allí. Podía adivinar tu cuerpo acostado a mi lado en la oscuridad. Me acurrucaba con tu calor, enredando mis piernas con las tuyas, y apretaba mis labios contra tu hombro para darte un beso de esos que no hacen ruido. Después me apoyaba en tu pecho para oír el pum-pum que repicaba dentro y así me quedaba mucho rato, adormilada, con tus caricias en mi espalda y deseando que fuera domingo otra vez.

El despertador ha sonado un rato después. Para entonces ya había tenido un déjà vu largo, tibio y agradable.

Luego me ha pillado el diluvio universal sin paraguas. Mientras corría hacia la estación, se me han antojado banana pancakes y dormir un ratito más.

Más tarde ha salido el sol, y me he pasado casi todo el día escuchando a Jack Johnson.



domingo, mayo 13, 2007

rarezas

Suelo escribir trozos de canciones en los cristales de mi ventana con rotulador indeleble.
De pequeña quería ser coordinadora de semáforos de una gran ciudad.
Me gusta dejar notas debajo de los imanes de la nevera.
Dibujo estrellas y corazones mientras hablo por teléfono.
Me gustaría oler siempre a coco y a vainilla.
Soy miope. Sólo del ojo derecho.
Me fascinan las historias de piratas.
Algún día tendré un Labrador Retriever. Se llamará Cooper.
Tengo una bola de cristal para ver el futuro.
Llevo dos piercings.
Tenía siete años cuando me hicieron mi primera cirugía estética.
Me provocan una extraña fobia los truenos y el sonido de los taladros.
Nunca he aprendido a atarme bien los cordones de los zapatos.
A menudo doy calambre a la gente al rozarla.
Me ahogué cientos de veces en sueños hasta que aprendí a respirar bajo el agua. Fue importante para mí.
Puedo pasarme horas mirando un caleidoscopio.
Me gusta ir sola a la playa.
Mi último primer beso fue como el de Corazones en la Atlántida.
Los domingos por la tarde, siempre escribo tonterías.
=)


miércoles, mayo 09, 2007

le petit prince

Lo estoy leyendo otra vez. No sé cuantas van ya. Intentaba recordarlo mientras le arrancaba la etiqueta a mi botellín de cerveza y alguien explicaba una anécdota sobre destornilladores, ketchup y partidas de rol. No sé, no me enteré muy bien.
Cogí el boli que había en la mesa y empecé a dibujar sobre una de esas servilletas impermeables con una cenefa azul que tienen en los bares. Me quedó igual que la ilustración del libro. No es que yo dibuje muy bien, pero un sombrero no tiene mucho misterio.

- Le falta el ojo – me dijo él.
- ¿Perdona?
- Que le falta el ojo a la boa que se ha comido al elefante.
Sonreí como una niña mientras pintaba un punto en el extremo del ala de lo que hasta entonces había sido un sombrero. En ese momento, me hubiera casado con él.
Después arrugué la servilleta y alguien empezó a explicar una anécdota sobre fotocopias, anémonas y figuritas de porcelana. De esa sí que me enteré. Pero ya no volví a dibujar y él no volvió a hablarme de serpientes. Aunque tampoco me importó. Yo me dediqué a pensar qué nombre le pondré a mi asteroide el día en que me vaya a vivir a uno.


sábado, mayo 05, 2007

la traviata

Llevo unos días con fiebre, tiritando, con una horrible tos. Soy aquella bella cortesana, la Dama de las Camelias, y la tisis corrompe la pureza de mi cuerpo inmaculado. Tras un ataque de tos me dejo caer sobre el sofá, con semblante angustiado y el dorso de la mano en la frente, en un desmayo sobreactuado. Entonces, intentando retener el hálito de vida que se me escapa, incorporo un poco mi desvalido cuerpo y recito la última carta que Marguerite pudiera escribirle a su amado, al que no volvería a ver jamás. Con el hilo de voz que mi débil estado físico me permite emitir, empiezo a entonar:

¡Oh, Armand, venga! Sufro horriblemente, voy a morir, ¡Díos mío! Ayer me sentía tan triste que quise pasar en algún lugar que no fuera mi casa la noche que prometía ser tan larga como la del día anterior. El duque vino a verme por la mañana Creo que la presencia de ese anciano olvidado de la muerte me mata más deprisa.
A pesar de la ardorosa fiebre que me quemaba, me hice vestir y conducir a Vaudeville. Julie me vistió de rojo, pues, de lo contrario, hubiera parecido un cadáver. Acudí al palco donde le vi por primera vez. Durante todo el rato mantuve la mirada fija en la butaca que ocupó usted aquel día, y que ayer ocupaba un palurdo que se reía ruidosamente de las sandeces que decían los actores. Me acompañaron a casa medio muerta. He tosido y escupido sangre durante toda la noche. Hoy ya no puedo hablar y apenas puedo moverme. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Voy a morir. Esperaba la muerte, pero no puedo concebir mayor sufrimiento al que padezco, y si…


Coincidiendo con la incapacidad de Marguerite de continuar escribiendo, vuelvo a dejarme caer entre los cojines, apoyando el libro sobre mi pecho, y repitiendo mi dramático discurso:

¡Dios mío! ¡Dios mío! Voy a morir. Sufro horriblemente, voy a morir. ¡Oh, Armand, venga!... ¡Armand!... ¡¡Armand!!


En ese momento flaquean mis fuerzas. La tos me asfixia. Sufro la última agónica tortura dentro de mi pecho. El fin. Cierro los ojos y me entrego a la dulce muerte, ya purgados todos mis pecados a través de tan intenso dolor.

Me voy, me voy. Adiós mi añorado amor. Espero que te des cuenta de cuanto, aún en tu ausencia, llegué a amarte.


Todo se diluye. Todo se apaga despacio, mitigando mi sufrimiento. El fin, el fin. Adiós.

Perecí. Todo ha terminado. Gesto por fin relajado. Liberada de tanto padecimiento. Con una tenue sonrisa en los labios porque mi último pensamiento fue para amor. Mi belleza pálida yace sin vida en el diván, extinguido ya mi aliento.

Unos segundos después, ya me levanto, que me toca otra pastilla. Que la muerte ha sido fingida, pero la tos no. La fiebre y el obligado reposo con su implícito aburrimiento, me hacen hacer más tonterías, si cabe, que lo habitual en mí.

¡Qué malita estoy, Dios mío! ¡Armand!


viernes, mayo 04, 2007

tres deseos

Baila conmigo. Hazme el amor. Tócame el alma.










miércoles, mayo 02, 2007

las buenas intenciones

- ¿Vas a quedarte esta noche?
- Depende.
- ¿De qué?
- De ti. De las intenciones que tengas.
- Sólo dormir, lo prometo. No voy a tocarte.
- Vaya. En ese caso, mejor me marcho a casa...




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