sábado, mayo 26, 2007

empieza por e

Llegados a este punto, sólo queda rezar a los santos que recuerdes, taparte las orejas y esperar que todo salga bien. No soporto mi vida cuando escapa a mi control. Siempre he tenido la sensación de que dependo de demasiadas cosas y, claro, una se cansa de la serenidad aunque haya nacido mentirosa. Pero no se espera menos de ti. Demasiado complaciente para dejar de ser orgullosa. Lo malo es que un exceso de expectativas sobre tu espalda, acaba enterrándote en frustraciones. Yo hace tiempo que perdí el equilibrio y echo de menos la chica despreocupada que solía ser. No sé si fue la fe o las ganas. Algo importante debí dejar olvidado sin darme cuenta. ¡Me agota tanto esta responsabilidad! ¿Dónde estará mi calma? (Si me comiera las uñas, a estas alturas iría por los nudillos) A veces pienso que me gustaría pasarme el día poniendo relojes en hora. Mil cada día. Después, irme a casa tranquila y descansar. En buena hora se me ocurrió leer “El guardián entre el centeno”. Más vale que vaya tirando. Son diez segundos desde que estiras de la anilla, y dicen que más vale no tener la cara cerca cuando explota…


1 comentario:

Anónimo dijo...

A dos relojes por minuto, en una jornada de ocho horas, casi tendrías resuelta tu tarea del día. Sin nada más en que pensar, sin nada más de qué ocuparte, sin que nada más te inoportune, tú y tus relojes en perfecta comunión, sin otra cosa que hacer que ver pasar el tiempo... y tu cerebro libre de vagar por las nebulosas interestelares, si te place.
¿Necesitas un ayudante que te acerque los relojes? Yo me apunto.

Con cariño,
Bartok.

archivo