martes, septiembre 01, 2009

when no one cares (but you)

Nos acabábamos de comer un McFlurry. Esa noche había dormido en su casa. Y dormí con mis braguitas azules y una de sus camisetas. Hacía unos días que no nos veíamos. Después del helado nos sentamos en la terraza del McDonald’s a fumar un pitillo a la sombra antes de irnos. Él decía tonterías y yo le miraba con cara de tonta. Y hacía mucho calor, calor de agosto. Yo llevaba todo el día dándole vueltas, por qué no podía decírselo. No lo sé. La noche anterior estuve a punto. Estábamos tumbados en la cama con nuestra música y nuestros besos y la luz que apenas nos llegaba desde la cocina, y entonces nos quedamos callados mirándonos a los ojos y se lo dije, pero de mi boca no quiso salir ni una palabra. Lo escuché dentro de mi cabeza, en el fondo de mis pupilas, en el aire de mis pulmones. Pero mis labios se quedaron cerrados. Entorné los párpados y le volví a besar pensando que ojalá pudiera oírme por dentro. Después en aquella terraza me volvió a pasar. Fumábamos y hablábamos, yo sonreía y le tocaba el pelo, y él de vez en cuando me besaba en la mejilla. Por unos segundos nos quedamos callados, él estaba distraído mirando hacia otro lado y yo me quedé mirándole a él. Entonces lo volví a escuchar. Lo noté en los labios, en el pecho, el las puntas de los dedos. Pero me volví a callar. No pude. Y me pregunto si será cobardía u orgullo. No lo sé. Solo sé que después nos levantamos y nos marchamos, y ya no importa qué pasó el resto del día, porque al final no se lo dije. ¿Y ahora qué? Tengo dos palabras atravesadas en la garganta y apenas me dejan tragar.



"Sweet Jane" de Cowboy Junkies



sábado, julio 18, 2009

nuestro silencio a voces

No recuerdo en qué pensaba antes de pasarme el día pensando en ti. Es raro. Querer decirte lo que pienso y hacerme callar. Siento que así no se me escapa la situación de las manos, que mientras no abra la boca, todo está controlado. Y entonces me levanto de la cama y me lío un cigarrillo sin ganas de fumar, solo por tener las manos ocupadas y los ojos lejos de los tuyos. Que me cuesta un mundo cuando me clavas las pupilas mantenerme cuerda, y se me corta la respiración y pienso que me voy a morir de amor y todas esas chorradas. Y lo estropearía todo diciendo alguna estupidez... Me muero de ganas por saber si tú me responderías con otra.

martes, junio 09, 2009

look, let’s make a deal

Esta es la historia de un jacuzzi, un viernes trasnochado:

Él dijo que era la primera vez que hacía algo así. Ella rió y obviamente no le creyó, así que, bajo la premisa de que era un mentiroso, cuando llegaron a su casa le sorprendió comprobar que realmente tenía una bañera de burbujas. Empezó a llenarla de agua caliente mientras ella se quitaba la ropa. Puso música y trajo un cenicero, tabaco y algo de hierba. Ella entró primero y se recostó cerrando los ojos y respirando profundo mientras las primeras luces de la mañana se colaban por la ventana. Pero tuvo que replegarse al cabo de dos minutos cuando él le reclamó un hueco con su descarada y expectante desnudez. De repente, escándalo de burbujas y luces de colores. Y enseguida se cansaron. Decidieron volver a la calma de la música de fondo, a una postura más íntima y a compartir el humo pernicioso. Hablaron de cosas amenas y triviales hasta que el agua empezó a quedarse fastidiosamente templada. Cuando ella sugirió zanjar la experiencia acuática, empezó a sonar Under the Bridge. Entonces surgió una pequeña polémica. Ella aseguraba que pertenecía al Californication. Él estaba convencido de que era Blood Sugar Sex Magik, y apostó a que si tenía razón, ella se quedaría con él hasta el domingo. Ella aceptó el juego, absolutamente confiada en su bagaje musical. Él alargó la mano hasta encontrar su mp3 y rebuscó ceñudo entre su extensa discografía, para acabar sonriendo triunfalmente. Había perdido ella y ahora tendría que saldar su deuda de juego. Ella asintió con solemnidad y le besó en la boca. De acuerdo, dijo, pero vamos a la cama. Se envolvieron en albornoces y el fin de semana fue largo, tranquilo y cálido. Como unas vacaciones de verano.

PS. Y si esto fuera cierto, la historia hubiera empezado así:

Bésame. Si me gusta, iré contigo.

Y me gustó.


viernes, mayo 22, 2009

tal cual

Llamarle y quedar en el centro.
Comernos un helado.
Dar una vuelta y mirar discos y libros.
Besarnos en la boca.
Sushi para llevar, alquilar una peli y hacer el amor hasta quedarnos dormidos.

Y mañana será otro día.

martes, mayo 12, 2009

nos falló gardel

Eran casi las siete cuando decidí volver. Sin nada. No tenía dinero, ni tabaco, ni sueño. Solo un ligero temblor en las rodillas, y quizás ni eso, tal vez lo imaginé. Me dio para el taxi. “Solo es dinero”. Y nunca se lo devolveré. Pero salí a la calle y amanecía. Pudo ser el último amanecer, soy consciente, igual que lo era entonces, por eso quise caminar. Compré cigarrillos con el dinero que me había dado, y el cambio lo guardé en el mismo bolsillo en que me guardo los estados de ánimo que no sé clasificar. Como el que tenía entonces. Pesar, inquietud, alegría, indiferencia fingida, pesar. Él estaba soñoliento y me miraba sin ganas, y yo quería irme y le miraba a los ojos y siempre me fijaba en que en el párpado tenía una cicatriz. Y no queríamos hacerlo, pero lo hicimos de todas formas. Porque la luna estaba al revés y las cosas son como tienen que ser. Nos dijimos adiós (para siempre) y no consigo recordar si le miré por última vez. Pero él sí lo hizo, y justo después me olvidó. Y ya nunca volveré a fijarme en su cicatriz. Así de fácil y así de extraño. Me gustaba mucho. Mucho. Supongo que por eso anduve perdida, más que de costumbre. Fumaba y suspiraba, pisoteando mis pasos mientras se desperezaba la ciudad. Y después, no recuerdo, quizás pensé, o quizás me limité a respirar, pero debió de pasar mucho rato porque de repente había demasiada luz a mi alrededor. Llegué a mi cama y me enterré entre las sábanas con las manos vacías, como de costumbre. Se había terminado sin más, tan extraordinaria y banal, mi última noche en Buenos Aires.


"Aviéntame" de Café Tacvba

sábado, marzo 21, 2009

un bolero

Hay canciones que atacan con recuerdos. De carmín y Mar Caribe. De amor, cómo no, amor febril y mil veces evocado entre lágrimas de otoño. De tardes destartaladas junto al mar, estrechando un imposible entre los brazos. Vestida de rojo, de arena y de sal, con los ojos de luto y los dedos afanados en olvidar.
A la espera de vientos más favorables que no parecen llegar, me marchito en un recuerdo. Que cada día soy un poco más vieja, un poco más sabia, un poco más triste.
A menudo camino sola, buscando resucitar en otros ojos o en una sonrisa accidental, pero no hago sino desconcharme en cada intento, que aun sigo sin entender esta vida lejos de ti, ¿para qué me sirve? Ni siquiera encuentro la forma de encontrarte, ni de dejar de buscarte. La costumbre me arranca las estaciones lenta y pausadamente sin tregua y ya sin dolor, sólo en una sosegada desesperanza. Que, al fin y al cabo, ya no recuerdo tu olor, pero tanto hace que te fuiste, que me he acostumbrado a extrañarte, y tanto hace que te añoro que ya no sé cómo parar.

viernes, febrero 27, 2009

contarlo todo sin decir lo que pasó

¡Oh, pequeña mía! Qué bonita estaba esa noche con su vestido nuevo y sus zapatos de tacón, estrenando una noche de luna llena y esa sensación recién descorchada. Valiente, por una vez, para atravesar la puerta sin miedo a ser la más guapa. Que no hay vidas anodinas, sólo estrellas llenas de polvo y esa noche sacó lustre a la suya haciéndola brillar con esa intensidad de una vida entera por delante (aun), de la posibilidad de poder elegir (mejor) y de tener la suerte capturada en la aceituna de un dry martini.





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