sábado, diciembre 30, 2006

limón y sal

Me gusta esta canción. Ha vuelto a sonar esta mañana, mientras desayunaba. Igual que ayer. Sólo que faltaba aquel bar tan cutre, la espumita en el café y, claro, él.


Tengo que confesar que a veces
no me gusta tu forma de ser
luego te me desapareces
y no entiendo muy bien por qué
no dices nada romántico
cuando llega el atardecer
te pones de un humor extraño
con cada luna llena al mes.

Pero a todo lo demás
le gana lo bueno que me das.
Sólo tenerte cerca
siento que vuelvo a empezar.

Yo te quiero con limón y sal,
yo te quiero tal y como estás,
no hace falta cambiarte nada.
Yo te quiero si vienes o si vas,
si subes y bajas y no estás
seguro de lo que sientes.

Tengo que confesarte ahora
nunca creí en la felicidad
a veces algo se le parece,
pero es pura casualidad.

Luego me vengo a encontrar
con tus ojos y me dan algo más.
Sólo tenerte cerca
siento que vuelvo a empezar.

Yo te quiero con limón y sal,
yo te quiero tal y como estás,
no hace falta cambiarte nada.
Yo te quiero si vienes o si vas,
si subes y bajas y no estás
seguro de lo que sientes.

Sólo tenerte cerca
siento que vuelvo a empezar...


domingo, diciembre 24, 2006

sólo pido una cosita...




Eso y... que todos paséis una FELIZ NAVIDAD!

domingo, diciembre 17, 2006

estatuas de hielo

Hay días en que me sobreviene el calor del sol y voy perdiendo lentamente mis ángulos. Me deformo poco a poco. Me derrito. Cada gota de mi esencia alfombra el asfalto de mis calles vacías. Mientras camino, noto evaporarse cada pensamiento, cada delirio. Mi cara pierde su expresión y lágrimas frías, que son parte de mí misma, patinan por mis mejillas heladas hasta perderse más allá de mi cuello y desaparecer.

Desde que decidí ser estatua de hielo, las mañanas soleadas acaban conmigo.

Pero ahora todo es más fácil. Sí. Todo es más sencillo. Porque ahora, cuando no sé qué hacer con mis anhelos, cuando las ganas me sobran, cuando estoy saturada de deseos inverosímiles, entonces busco la cubitera y el punzón y me ensaño, extenuando así mi rabia. Después meto los pedazos helados de mis ilusiones en un vaso y me sirvo un Macallan, al que no doy tiempo a rebajarse con mis penas licuadas.

Anestesia para mi alma antártica.

Ya no añoro nada. Ya no comprendo el calor. Ya no añoro nada. Sólo quiero ser belleza gélida para siempre. Y guardar recuerdos en cubitos de hielo. ¿Qué mejor forma de conservar intactos los momentos que congelarlos? Cada beso, cada caricia, cada gesto... Ternura antigua inalterada, que no duele, que no muere.

Todo es más sencillo así, ¿verdad?

Cuando no esperas nada.
Cuando no te implicas.
Cuando no te importa.
Cuando algún fuego puede derretirte, pero sabes volverte a congelar.




Aquel beso sería el rasero por el que juzgaría los demás besos de su vida, pareciéndoles todos sólo un pálido reflejo...


Pero todo es más fácil ahora.

lunes, diciembre 11, 2006

tu ciudad y yo

¡No es justo! Yo quería recordar tu ciudad por sus calles, por sus gentes, por sus edificios...

¿Sabes qué recordaré a partir de ahora cuando piense en tu ciudad?

¡Te recordaré a ti!

Recordaré que te busqué y me costó encontrarte. Recordaré el color de tus sábanas. Recordaré los desayunos con leche y galletas. Recordaré cuando me diste la mano para que no me perdiera entre la gente. Recordaré lo bien que se escucha la nada a cero grados. Y recordaré tu bufanda marrón. Y la cerveza de frambuesa. Y que, cuando volvía a casa, me di cuenta de que ya no olía a ti, y me dio pena.

Recordaré todo, todo... excepto lo que debería recordar.

¡Esta no es forma de hacer turismo!

viernes, diciembre 01, 2006

el flechazo de la semana

Ojos verde, que te quiero verde. Coche negro, que te quiero negro. Y atasco, que te odio atasco, en la Diagonal.

Coincidimos ventanilla con ventanilla en el semáforo de Muntaner y en el de Aribau. A la altura de Balmes creí que le había perdido, pero se paró de nuevo a mi lado en el de Vía Augusta. Ahí fue cuando me pilló mirándole embobada. Al final se me escapó en la rotonda de Paseo de Gracia.

Estoy convencida de que era el hombre de mi vida.

Por si las moscas, me quedé con la matrícula de su coche. Si algún día acabo convertida en vieja solterona y con la casa llena de gatos, acudiré al Diario de Patricia para que le busquen y le confesaré mi amor.


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