Busco una pausa. Todo sucede muy deprisa estos días. Me encanta. Odio las rebajas, pero adoro ir de tiendas con mis amigas. Gente y gente, y las visas van que vuelan. Necesito esa chaqueta y esos pantalones y ese bolso. ¡Esto es la guerra! Heladito a la sombra, enfrente del Zurich, y cien mil bolsas después, corremos por el centro porque hemos quedado para cenar y se nos hace tarde. Mi maleta vacía y yo casi perdemos el ferrocarril de vuelta a casa por la noche. Pero no. Me mosqueé con el mundo porque mi mp3 se quedó sin pilas, pero luego un chico muy guapo me sonrió desde el asiento de enfrente y se me pasó un poco. Me acordé del chico de los ojos azules de la última fiesta. No le llamé. No me hago la dura, es que él tampoco iba a hacerlo. Además, tengo la cabeza en otras cosas. Y al día siguiente, al cine y la primera horchata del año para despedirnos de Ele, que se nos va lejos por un mes. Y por la noche a cenar con María, que se nos marcha también. Este año nos vamos todos. Alex se rapará antes de marcharse y no nos deja ir al aeropuerto a despedirle porque no quiere que le veamos. Cobardica. Abrazos con Patri, que casi se olvida de que no nos veremos hasta septiembre. Compro folios de colores y hago maratones de pelis de dibujos en vhs. Es que me encanta ser una niña pequeña. Y vivir ayer y mañana. Después me paro un ratito a escribir cosas raras mientras el cielo se vuelve violeta y gris. Suspiro y bostezo. Qué sueño tengo. Qué bien estoy. Me acuerdo de cosas y me pongo tontorrona. De ahora en adelante prometo ser más paciente. Copiaré cien veces “Lo bueno se hace esperar”. Ojalá el verano durara siempre. Y reírme cada día hasta que me doliera la tripa. Una copita a deshora en Plaza Real y luego al Sidecar. ¡Y a cerrar todos los bares! Eva dice que ya no me quiere tanto como antes, y el padre de Javi hace unos días que duerme en el hospital. A veces la vida es una mierda. ¿Por qué estaré tan contenta a pesar de todo? Ya sé, ya. Todo va a salir bien, ya verás. Eva volverá a ser mi niña y el padre de Javi habrá estado a punto de entrar en los Record Guinness, pero sólo le quedará una cicatriz grandísima de recuerdo. Por suerte. Y los besos que más me apetecen volverán y se quedarán conmigo. Porque cuando me da la gana soy un encanto. Y me apetece tanto, tanto que es meterme en la cama, morirme de pena, dormir pocas horas y despertarme con ganas de volver a empezar. O meterme en la cama, morirme de pena, levantarme de madrugada y ponerme a teclear. ¡Adivina en qué estoy pensando! ¿Ya?