martes, enero 16, 2007

un martes cualquiera

Peor para ti si no quieres pillarte los dedos...


Amanezco otra mañana con los labios desnutridos porque ya nadie los alimenta. Con ojeras que necesitan una mano de pintura. Con tos, dolor de pecho y congestión emocional. ¿La Couldina sirve cuando se te resfría el alma?

Desayuno café con leche sin azúcar ni esperanza y galletas de choco-desgana antes de irme a asear. Una ducha de agua ardiendo que me quite un poco el maldito frío. ¿Cuánto dura un invierno que ya dura desde el invierno pasado? Me visto con ropa gris y fragancia de nadameimporta y bergamota, y me doy cuenta de que la mitad de mis calcetines desparejados están llenos de agujeros. Parece que las polillas de mis sesos han decidido anidar también en el cajón de mi ropa interior.

Salgo a la calle y me arrastro hasta mi coche sin prisa ni gloria, y pienso ¡qué curioso! Necesita un cambio de aceite y yo un cambio de aires; necesita pastillas de freno y yo pastillas de olvido; necesita un equilibrado de ruedas y yo un equilibrado de moral. Qué bonito sería poder dejarme a mí misma en el taller y recogerme al día siguiente puesta a punto para los próximos diez mil kilómetros.

Llego medio tarde, como siempre, al mismo condenado martes que vivo casi cada día. Y, no, nadie intuye que me dedico a guardar secretos, ni que en realidad sí hay veces que lloro, ni que a veces duermo poco porque el tic-tac de mi cabeza me retumba en los ojos, ni que tengo unos pies suicidas que caminan por cornisas que sólo conozco yo. Los que me recuerdan, lo hacen por mi sonrisa.

Después del paréntesis de malintencionado buen humor, me vuelvo a casa corriendo antes de explotar y salpicarlo todo de rabia y frustración. En casa pienso y pienso. Y después de pensar, escribo y escribo. Luego me pregunto por qué lo hago, si lo que de verdad me apetece es sudar mis ganas entre sábanas y miro el teléfono como si las teclas me llamaran, y tiro el teléfono al suelo porque no me da la gana de volver a utilizarme para sentirme mejor.

Me miro al espejo intentando recordar la última vez que alguien, al ver lo que yo veía, sintió aquello que llaman amor. La verdad, ya ni lo recuerdo. La verdad, ya ni me importa. Me entran ganas de romper el espejo para dejar de verme como soy y empezar a verme como me siento.

Qué pena me da el haber tenido que aprender a tener la sangre fría y a pensar en ciertas cosas como si para mí no tuvieran ningún valor. Qué pena me da el haberme convertido en mentirosa por vocación y hablar de cualquier cosa con tal de no decir lo que me gustaría. Que tú sí me importas, que tú sí me importas, que me pongo triste cuando estás triste, que te abrazaría durante horas sin hablar. Hace tiempo que no lucho por nada. Soy cobarde y no me arriesgo a ser feliz. Resulta más fácil estar en el fondo de todo y saber que no puedes caer más abajo.

Peor para mí si no quieres pillarte los dedos...



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonito, intenso y triste. Simplemente tu!!! No te alegra el nuevo año?? No te preocupes a mi tp es algo natural no todo tiene que ser felicidad y alegria. Cuidate mucho Lunita bonita.
MUXUS

Anónimo dijo...

yo tb me siento así a veces, ké se le va a hacer, hay momentos malos y momentos buenos, sabes, creo ke como el título de tu blog yo tb soy adicta al amor ^ ^

Anónimo dijo...

Jo nena, es como me siento yo desde hace varios meses.... ni que estubieras en mi mente, no se que leches a tenido el 2006 que nos ha dejado medio tocados a todos.

Ya verás como encuentras a alguien que te mire y te quiera, que se quiera pasar horas abrazado a ti sin hablar... confia, todo llega.

Un beso. Sio

archivo