farolas y aceras
Tan borroso, tan confuso, se sentó en el bordillo de la acera mirando al suelo, con la cabeza entre las manos y el mundo enajenado siguió durante un rato sin reparar en él. Los coches pasaban al compás de la métrica de un semáforo, y aún la gente podía andar y hablar y el sol siguió su imparable rutina elíptica. A él le pareció imposible porque todo se había roto solo hacía un momento. Que bajen el telón y empiecen a desmontar este tinglado. Ya pueden apagar el sol y las estrellas, y quitar el suelo y las paredes y los pisos y los árboles. No necesito el decorado. Se acabó todo, yo me bajo aquí.
Me senté a su lado y me alegró oírle respirar. Pasaron horas o días, no lo sé, y ya se estaba poniendo el sol. No lo entiendes, Lu, lo que acaba de crujir, ¿lo has oído?, era mi vida. Y solo pude pasar mi brazo sobre su espalda y apoyar mi cabeza contra la suya. Hablamos hasta agotar todas las palabras mientras íbamos tirando los guijarros que teníamos entre los pies a una farola triste y naranja que alumbraba desde hacía un rato nuestras tinieblas.
Para cuando nos fuimos a casa, había pasado un milenio, una era, una glaciación. Todo el mundo era distinto.
4 comentarios:
Es curioso cuando el tiempo no transcurre igual que para el resto del mundo, cuando las noches se alargan hasta el infinito, cuando solo tienes ganas de que se pare el mundo...
Hiciste lo mejor que se podía hacer, Lu. Ese brazo sobre su espalda era lo más real en la existencia de tu protagonista, en esos momentos...
¡Sigues sabiendo recrear la magia con tanta facilidad!
Con cariño,
Bartok.
Despues de siglos sin entrar por aqui y sin saber nada de ti. Entro y leo tu nueva entrada y sigo sintiendo todo lo que sentia cuando era una asidua lectora de tus post. Prometo volver por aqui mas amenudo. Yo sigo donde siempre. Musus Nira.
1. Mua, 2. Mua, 3. Mua
:)
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